Imagina esto: Cambiar la vida bulliciosa de un ejecutivo corporativo por un viaje no remunerado junto a elefantes en Zimbabue.
Eso es precisamente lo que hizo la autora y fotógrafa Sharon Pincott en 2001.
Durante 13 años, la Sra. Pincott, originaria de Queensland, se sumergió en el arbusto de Hwange, comprometiendo su vida con la causa de la conservación de elefantes. A través de este viaje, forjó una conexión extraordinaria y transformadora con estas majestuosas criaturas, un vínculo considerado como una de las relaciones más impresionantes jamás registradas entre humanos y elefantes salvajes.
Sharon Pincott, una escritora y fotógrafa originaria de Queensland, se embarcó en un viaje extraordinario al cambiar su vida urbana por 13 años de vivir en las tierras salvajes del arbusto de Hwange.
Ella cambió su antigua vida como ejecutiva corporativa de alto nivel para vivir entre elefantes en la naturaleza salvaje.
La Sra. Pincott forjó un vínculo extraordinario y transformador con los elefantes, que ha sido aclamado como una de las relaciones más notables con elefantes salvajes jamás documentadas.
En su libro “Elephant Dawn”, comparte sus experiencias de construir estas conexiones profundas con las majestuosas criaturas.
A pesar de la percepción de que la Sra. Pincott es intrépida, admite que no es una persona naturalmente propensa a correr riesgos. Sin embargo, una tragedia personal la hizo darse cuenta de la brevedad de la vida, lo que la llevó a aprovechar la oportunidad de trabajar con elefantes.
Al llegar al arbusto de Hwange sin entrenamiento previo, la Sra. Pincott pasó sus primeros días estableciendo amistades, familiarizándose con los elefantes y sus familias, y adaptándose a su nuevo entorno. Inicialmente intimidada por las enormes criaturas, gradualmente comenzó a verlas como amigas.
Su rutina diaria típicamente implicaba levantarse temprano, ocuparse de las tareas domésticas y partir en su vehículo todoterreno alrededor de las 10 a.m. para buscar a los elefantes, ya que solían mantenerse apartados en las primeras horas antes de congregarse más tarde en el día.
La rutina diaria de la Sra. Pincott seguía un patrón consistente. Las mañanas tempranas estaban dedicadas a las tareas domésticas como lavar y limpiar. Luego, alrededor de las 10 a.m., salía en su vehículo todoterreno para buscar a los elefantes, capturando momentos con ellos en la naturaleza salvaje.
Al llegar al arbusto de Hwange sin entrenamiento previo, la Sra. Pincott construyó gradualmente relaciones y familiaridad con los elefantes y sus diversas familias.
Documentó meticulosamente la línea de descendencia de cada elefante fotografiando características distintivas como sus orejas y colmillos. Con esta información, asignó nombres a cada familia, adoptando una convención de nomenclatura donde el nombre de cada miembro comenzaba con la misma letra, como la “familia M”.
Este método facilitó el seguimiento fácil de los elefantes individuales, incluso desde la distancia. Con el tiempo, la Sra. Pincott se volvió tan sintonizada con sus características únicas que podía reconocerlos únicamente por su apariencia, de manera similar a identificar amigos por su paso o comportamiento.
La Sra. Pincott documentó meticulosamente los detalles de cada familia de elefantes al capturar fotografías de características distintivas como sus orejas y colmillos. Estas imágenes sirvieron como un diario visual, permitiéndole rastrear la línea de descendencia y las relaciones dentro de la comunidad de elefantes a lo largo del tiempo.
Una vez que la Sra. Pincott identificó a los elefantes pertenecientes a diferentes familias, les otorgó a cada familia un nombre, con nombres individuales comenzando con la misma letra. Por ejemplo, la “familia M” consistía en miembros con nombres que comenzaban con ‘M’.
Después de varios años de observación e interacción paciente, los elefantes aceptaron a la Sra. Pincott, un momento que permanece grabado en su memoria.
“Venían a mi puerta y gruñían como lo hacían con otros miembros de la familia”, recuerda. “Les llevó tres o cuatro años comenzar, pero fue asombroso en la medida en que las hembras traían a sus crías de tres días a mi puerta”.
Entre los elefantes, uno llamado Lady tenía un lugar particularmente especial en el corazón de la Sra. Pincott. Su vínculo se profundizó con los años, y Lady le transmitió información invaluable sobre su especie.
“Lady tenía un lugar especial en mi corazón”, reflexiona la Sra. Pincott. “Ella me enseñó mucho sobre su especie. Fue la primera elefanta que toqué, y aunque no fui a Zimbabue diciendo que iba a tocar a un elefante salvaje y libre, después de un par de años, toqué su trompa y al final incluso la acariciaba. Que un elefante de cinco toneladas me permitiera hacer eso, y me aceptara, fue uno de los momentos más destacados para mí.”
La Sra. Pincott compartió una conexión extraordinaria con un elefante en particular llamado Lady, un vínculo que eга realmente excepcional. Lady, representada aquí, ocupaba un lugar significativo en el corazón de la Sra. Pincott como una de las primeras elefantas que le permitió tocar su trompa. Este acto de confianza y aceptación fue un testimonio de la profunda amistad que compartían.
Hacia el final de su tiempo en el arbusto de Hwange, los elefantes mostraron un nivel extraordinario de confianza en la Sra. Pincott, visitando su puerta y gruñendo de manera similar a las interacciones entre miembros de la familia. Esto fue una indicación conmovedora del profundo vínculo forjado a lo largo de los años.
Sin embargo, el tiempo de la Sra. Pincott en Zimbabue no estuvo exento de desafíos y momentos peligrosos. Enfrentó constantes amenazas y acoso de diversas partes.
“Personas, ya sean funcionarios gubernamentales o parientes de funcionarios gubernamentales, estaban dispuestas a causar problemas tanto para mí como para los elefantes, por su tierra y su bienestar”, relata la Sra. Pincott.
Entre las experiencias más desgarradoras estaban los casos en que elefantes de familias específicas desaparecieron por períodos prolongados, señalando su probable partida permanente. Estos fueron momentos profundamente tristes, resaltando las amenazas continuas enfrentadas tanto por la Sra. Pincott como por los elefantes a los que dedicó su vida a proteger.
Durante más de una década, esta humilde morada sirvió como hogar de la Sra. Pincott: una vivienda de una sola habitación que le proporcionó refugio en medio de la naturaleza salvaje del arbusto de Hwange.
Aunque la Sra. Pincott atesoró muchos momentos durante su tiempo en Zimbabue, también enfrentó repetidos desafíos, especialmente de aquellos que se oponían al bienestar de los elefantes y su hábitat.
Después de trece años, la Sra. Pincott se dio cuenta de que eга hora de partir de Zimbabue. Comparó su experiencia con vivir en un “matrimonio abusivo”, reconociendo que la decisión eга desgarradora pero esencial.
Reflexionando sobre su partida, comparte: “No hay un día en que no piense en los elefantes”. Recordando sus luchas, admite que hubo momentos, especialmente mientras escribía su libro, en los que revisitar recuerdos se volvía demasiado doloroso.
“Me encantaría volver algún día”, reflexiona, “cuando el panorama político haya cambiado, pero por ahora, siento que no puedo hacerlo. Una cosa es segura: no volveré a una rutina de 9 a 5”. A pesar de los desafíos, la dedicación de la Sra. Pincott a los elefantes sigue siendo inquebrantable, un testimonio de su vínculo perdurable con estas magníficas criaturas.
La Sra. Pincott reconoce que no pasa un día sin que sus pensamientos se vuelvan hacia los elefantes. A veces, los recuerdos pueden ser abrumadores, haciéndole difícil siquiera mirar fotografías que evocan la profundidad de sus experiencias y conexiones con estas majestuosas criaturas.
La Sra. Pincott expresa un profundo deseo de regresar algún día, pero por el momento, se siente limitada para hacerlo. Enfatiza la necesidad urgente de la conservación de los elefantes, señalando que a pesar de la aparentemente grande población de 400,000 elefantes en todo el mundo, la triste realidad es que un elefante es perdido por la caza furtiva cada 15 minutos.
“Aproximadamente 30,000 elefantes perecen cada año”, lamenta. “Es imperativo que todos tomemos medidas para evitar que esta tragedia continúe”.
La Sra. Pincott aboga por elecciones de consumo que se abstengan de apoyar el ilegal comercio de vida silvestre. Insta a las personas a abstenerse de comprar marfil o productos hechos con partes de elefantes como el cabello de la cola o los colmillos. Al reducir la demanda de estos artículos, cree que podemos ayudar a proteger el futuro de estas magníficas criaturas.
Sharon Pincott resalta una realidad desalentadora: aunque se estima que quedan alrededor de 400,000 elefantes en el mundo, la importancia de este número disminuye al considerar que un elefante es asesinado cada 15 minutos debido a la caza furtiva y otras amenazas. Esta alarmante tasa de pérdida subraya la necesidad urgente de esfuerzos de conservación concertados para proteger a estos magníficos animales de la extinción.
“Elephant Dawn”, el cautivador libro de Sharon Pincott que narra su viaje extraordinario y los vínculos que formó con los elefantes salvajes en Zimbabue, está disponible para su compra en librerías de renombre y en tiendas en línea.