Hoy, mi corazón duele al despedirme de mi compañeга peluda, Lola. Durante 15 años, llenó nuestras vidas de amor, alegría y lealtad inquebrantable.
Recuerdo el primer día que la trajimos a casa, una pequeña bola de pelo con ojos grandes y curiosos. Inmediatamente se sintió como en casa, explorando cada rincón de la casa con un espíritu travieso que nunca parecía desvanecerse. Lola tenía un don para encontrar los escondites más divertidos, a menudo apareciendo de debajo del sofá o detrás de las cortinas para sorprendernos.
Perderla deja un vacío enorme, pero me reconfortan los innumerables recuerdos felices que compartimos. Nuestras caminatas matutinas en el parque, donde perseguía mariposas con energía inagotable, y las acogedoras tardes junto a la chimenea, donde se acurrucaba a mi lado, son momentos que siempre atesoraré.
Ya sea por sus payasadas, como cuando intentaba perseguir su propia cola y acababa dando vueltas en círculos, o por su amor incondicional, demostrado en la forma en que se acurrucaba contra mí después de un largo día, Lola trajo mucha alegría a nuestras vidas.
La extrañaré mucho. Su ausencia se siente en cada habitación, en cada momento de silencio, pero el amor que nos dio sigue siendo un consuelo duradero. Lola eга más que una mascota; eга un miembro querido de nuestra familia. Aunque hoy mi corazón duele, encuentro consuelo al saber que su espíritu y la alegría que nos trajo nunca se desvaneceráп.